Proyecto de ley sobre fomento de la actividad teatral

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19 de marzo de 1997 – 7ª Reunión
Diario de Sesiones – Tomo 2 – Páginas 968 a 972

Sr. Menem. — Señor presidente, señores senadores, gente del teatro aquí presente: bien se dice que uno es esclavo de sus palabras. Desde la Presidencia pedí brevedad, de manera que tengo que cumplir con lo que solicité. Por eso oportunamente voy a pedir que sea insertada en el Diario de Sesiones mi exposición, que en gran medida es coincidente con lo que aquí expresaron en magníficas exposiciones quienes me precedieron en el uso de la palabra y con las cuales me he sentido totalmente representado.
Pero tengo que decir algo, porque cuando estaba sentado en el estrado de la Presidencia y veía los rostros de quienes hoy nos acompañan sentí la necesidad de decir que han dado tanto de su vida por este noble arte del teatro que la forma más clara de poder expresar nuestro agradecimiento es aprobar por primera vez una ley de teatro que va a dar impulso definitivo y consolidar la actividad teatral en nuestro país. Ésta es nuestra forma de decirles muchas gracias por todo lo que nos han brindado: su arte. (Aplausos y manifestaciones en las galerías.)
También quería decir que estamos cumpliendo con una promesa que hicimos hace pocos días, cuando recibí a un grupo de gente del teatro junto con el Secretario de Cultura, Pacho O’Donnell. En esa oportunidad me pidieron que apuráramos el trámite de este proyecto de ley y nosotros nos comprometimos a sancionarlo durante este mes; y hoy estamos cumpliendo con esa promesa, quizá antes de lo previsto. Lo hacemos porque se trata de una ley que, como bien aquí se dijo, cuenta con el consenso, aval y beneplácito de todos los sectores políticos que integran esta Cámara federal y con la unanimidad de todos los señores senadores.
Bien se ha dicho también que hemos venido sancionando una serie de leyes que tienden a consolidar nuestra cultura. Aquí se habló de leyes como la de cine y la que permite la libre circulación de las obras de arte. Incluso estuvimos trabajando con el secretario de Cultura en relación a esta última iniciativa.
Hemos sancionado la Ley del Tango, incorporando y declarando que esta expresión típica nacional forma parte de nuestro patrimonio cultural. También hemos fijado pautas para su promoción como tal.
Todas estas leyes tratan de definir la identidad cultural de nuestro país, junto con esta ley de teatro que estamos por sancionar.
Se ha expresado en forma acertada que el teatro es vida, que expresa los sentimientos de un pueblo; expresa la realidad de un pueblo. Quizá podamos conocer cómo vivió un pueblo viendo la historia de su teatro como expresión de su arte, de su cultura. Y teniendo en cuenta esas distintas épocas podremos apreciar si se vivía en libertad, si había opresión, si se vivía con tristeza, si se vivía con alegría.
El señor senador por San Juan hacía referencia a los que somos provincianos, a los que venimos de provincias pequeñas, donde no tuvimos la oportunidad de conocer a los grandes artistas y a las grandes empresas teatrales.
Sin embargo, nosotros también conocimos el teatro; lo conocimos a través del circo. Recuerdo los pequeños circos que iban a nuestras provincias: levantaban sus carpas; hacían todos los espectáculos circenses pero el broche de oro era la obra teatral. El equilibrista, el payaso, los que hacían malabarismos, de pronto, se convertían en actores y nos brindaban espectáculos inolvidables.
Recuerde haber visto en un circo: “El rosal de las ruinas”, “El calvario de una madre”, “M’hijo el dotor”. Eran los clásicos…
Ese fue nuestro primer contacto con el teatro. Pero admirábamos a los grandes artistas de la Capital Federal. Recuerdo que me preguntaba, cuando lo veía a través de los medios —que en ese tiempo, por supuesto, eran muy escasos—, cómo podía ser que una obra de teatro estuviera tanto tiempo en un escenario.
No puedo olvidar aquella obra representada por Luis Sandrini: Cuando los duendes cazan perdices; no alcanzaba a comprender lo que luego entendí. Es que cada representación teatral es distinta a la siguiente; no se repite, no es como el cine. Por eso el teatro perdura.
No será derrotado jamás por el cine o la televisión, porque el teatro, en definitiva, es la espontaneidad, el contacto directo del actor con el público, la interacción. Es un ida y vuelta; ese mismo ida y vuelta que hoy nosotros sentimos con la gente que aquí nos acompaña. Percibimos que están contentos; que por fin se cumple un sueño, y esa alegría también se transmite a nosotros. Por eso hablamos con entusiasmo y vamos a votar con convicción y por unanimidad esta iniciativa. (Aplausos en las bancas y en les galerías.)
Por supuesto que al teatro nada le es ajeno; porque, como dijimos, es vida. Las ambiciones retratadas de manera inigualable por Shakespeare; las mezquindades de Las de Barranco; la lucha política en El alcalde de Zalamea; los destinos inevitables, como Edipo… Cada obra, cada autor es un mundo que muestra una faceta de nosotros mismos y que universaliza los sentimientos.
Es que en el teatro encontramos que los demás, tanto los griegos del siglo V antes de Cristo, los españoles del Siglo de Oro, o los norteamericanos del siglo XX son como nosotros; son seres humanos con los mismos deseos, los mismos problemas, las mismas pasiones.
El teatro también es docencia, es transmisión de cultura. Recuerdo cuando estudiaba derecho y aprendíamos los conceptos sobre lo que era la ley natural. Los primeros conceptos sobre lo que significa el derecho natural, por oposición al derecho positivo, vienen de una muy antigua obra teatral, de antes de Cristo; Antígona, de Sófocles.
Antígona, la heroína de esa obra, quería enterrar el cadáver de su hermano en el campo de batalla pero Creonte, el tirano, ordenó que permaneciera insepulto porque había atentado contra él. Finalmente, Antígona procede a enterrar a su hermano, a darle sepultura, con lo cual de allí deviene lo que es la ley natural o divina, que dice: “No, por más que lo prohíba quien gobierna, hay una ley que está por arriba de la ley positiva”. Se trata de esas leyes que nadie sabe de qué época vienen ni quién las sancionó. Son de todos los tiempos y no habrá ningún decreto de ningún tirano que esté por encima de la ley natural. (Aplausos en las galerías.) Esa era la enseñanza de Sófocles, uno de los grandes del teatro antiguo.
Podríamos hablar mucho más al respecto, pero aquí ya se habló muy bien de la historia del teatro universal y argentino. Podríamos mencionar muchos nombres, pero como dijo alguien anteriormente, sí omitimos algunos cometeríamos injusticias.
Quiero decir que ésta es una de las leyes que vamos a votar con mayor satisfacción. No lo hacemos para que nos agradezcan. La gente de teatro no tiene nada que agradecer. En este acto estamos saldando una vieja deuda, ya que esta ley de teatro tendría que haberse sancionado hace muchos años.
Hoy, desde estas bancas, tenemos la satisfacción de hacer realidad una ley que va a consolidar al teatro como una expresión de la cultura de nuestro pueblo. De esta forma, estamos cumpliendo con un artículo de la Constitución Nacional que sancionamos en Paraná y en Santa Fe en 1994, que manda a este Congreso dictar las leyes que defiendan la identidad y pluralidad cultural de nuestro país. A eso apunta este proyecto de ley. Por eso, desde ya propongo, como moción de orden, que lo votemos no por señas sino por aclamación porque será la expresión unánime de este cuerpo legislativo. (Aplausos en las galerías.)

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