Proyecto de ley sobre delegación de facultades legislativas al Poder Ejecutivo Nacional

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21 y 22 de febrero de 1996
65ª Reunión – 7ª Sesión extraordinaria
Diario de Sesiones – Tomo 1 – Páginas 6900 a 6905

Sr. Menem. — Señor presidente, señores senadores: realmente creo que la posición de nuestro bloque ha sido ya eficiente y sólidamente defendida y sostenida por los integrantes que me han precedido en el uso de la palabra. Esto haría innecesaria mi intervención a no ser que, por haber sido yo el miembro informante de la denominada primera reforma del Estado que se plasmó en la ley 23.696, tengo la obligación moral de referirme a algunos aspectos relacionados con ella.
Y ello es así porque en el curso de este debate fue duramente atacada a través de las previsiones apocalípticas que se lanzaron desde la bancada radical, según las cuales la Nación está a punto de desaparecer, ya prácticamente no somos Nación, prácticamente estamos por dejar de ser República, estamos al borde del abismo. Parece que esto tiene mucho que ver con esta ley que yo con tanto entusiasmo defendí en 1989, en cuyo debate también intervino el señor senador por La Pampa que me precedió en el uso de la palabra.
Recuerdo que en aquella oportunidad tuve que fundamentar el porqué de una serie de disposiciones que eran realmente mucho más severas que las contenidas en este proyecto. Como bien dijo el señor senador por Buenos Aires de mi bancada, el doctor Antonio Cafiero: esa sí que fue la gran reforma del Estado. Ello fue así por la cantidad de atribuciones que se daban al Poder Ejecutivo y que, a su vez, también las disponía directamente el Congreso.
Ahí sí se podían suprimir o disolver entes, rescindir contratos, efectuar las privatizaciones, cambiar la tipología de las sociedades, transferir acciones. ¿Y por qué todo eso? Porque estábamos en una situación de verdadera emergencia económica. Ese era el país que dejaba el gobierno de la Unión Cívica Radical. Por eso cuando hoy escuchaba los discursos encendidos de algunos representantes del sector radical, se me ocurría pensar que pareciera que en el año 1989 no hubieran estado en el país. Parecería que lo que ocurrió hubiera sido ajeno a su gobierno. Parecería que se fueron seis meses antes en un acto de generosidad, y no porque realmente habían fracasado rotundamente y habían dejado al país en llamas. Ese fue el país que dejaron en 1989, y por eso nosotros tuvimos que afrontar esa epopeya del cambio, de la transformación que no supieron hacer a tiempo, pese a que contaron con el apoyo del pueblo que los votó en 1983. No supieron, no pudieron o no quisieron.
La verdad es que nos entregaron un país prácticamente arrasado, sin reservas en el Banco Central, con una deuda que ni siquiera conocían. Hoy critican la deuda de nuestro gobierno, pero yo les preguntaría cuál era la deuda del gobierno radical, si ni ellos sabían cuánto debían. No pagaban las regalías petroleras, debían a las provincias, a los proveedores y se habían suspendido los juicios de los jubilados.
Esta fue la situación que tuvo que tomar en sus manos el peronismo en 1989, y por eso tuvimos que sancionar esa primera gran reforma del Estado.
Recuerdo que no me costó mucho hablar de la emergencia que encontramos en aquel entonces. Recuerdo que, prácticamente, no fui rebatido por la bancada radical porque ellos lo aceptaban; no les quedaba otro remedio. También en aquella ocasión hice referencia a las palabras pronunciadas por un alto funcionario del gobierno del doctor Alfonsín, el doctor Adolfo Canitrot, quien, el 26 de mayo de 1989, cuando ya había triunfado el gobierno peronista, dijo: “Este proceso explotó en el desastre del 6 de febrero. Allí todas las defensas fueron sobrepasadas. A partir de entonces, es un proceso de destrucción del Estado. Estamos en un estado de emergencia y hay que asumirlo como tal. El peronismo se va a encontrar con que llega al poder en una situación inmanejable, va a encontrar la casa destruida. Nosotros tuvimos enormes dificultades en el manejo del Estado. Deberíamos haber percibido que teníamos poco tiempo para arreglar las cuentas fiscales. Alguien me puede decir si no es un poco ingenuo pensar que uno va a tener tanto poder como para arreglar el sector público. Pero si no lo tiene, la situación se vuelve inmanejable”. Esto lo decía Canitrot en 1989.
El gobierno encaró la reforma con esa decisión política y ese poder de transformación que tiene el peronismo. Y hoy, seis años después, señores senadores, les decimos que nos enorgullecemos de lo que hemos hecho en el país en estos últimos seis años; nos enorgullecemos de la transformación. No venimos a defender este proyecto con una actitud vergonzante; todo lo contrario, sostenemos que ésta es la continuidad de aquel proceso iniciado en 1989. Continuidad que ya preveíamos.
Y, en este sentido, quiero citar que en 1990, en un libro denominado Reforma del Estado y transformación nacional, el actual presidente de la Nación hablaba de esta reforma y decía que no se haría ni en un mes ni en un año; llevaría varios años, quizá una década, y debíamos estar alertas porque si aflojábamos en este proceso de reforma aparecería en cualquier momento la contrareforma. Justamente, la posición que he escuchado en boca de algunos señores senadores me parece que es la manifestación conspicua de esa contrareforma, que le haría un daño tremendo al país.
Me pregunto, si critican tanto al proceso de reforma y transformación —y hoy he escuchado barbaridades sobre ese proceso—, ¿por qué el pueblo nos sigue votando? ¿Por qué ganamos las elecciones generales de 1991 si ya estaba en marcha el proceso de reforma? ¿Por qué ganamos nuevamente las elecciones legislativas de 1993, nada menos que en la Capital Federal y en 16 Provincias y volvimos a triunfar en 1994 en la elección de convencionales constituyentes? Y, finalmente, ¿por qué lo hicimos en 1995, en un momento que no era del todo propicio porque, realmente, habíamos entrado en una etapa recesiva como consecuencia del denominado “efecto tequila” por la crisis mexicana? Creo que el 49 por ciento de los votos que obtuvo el presidente de la Nación es la prueba cabal de que lo que piensa el pueblo, no es lo que se está sosteniendo desde otras bancadas…
Sr. Genoud. — Sume los votos de la oposición.
Sr. Menem. — Sumar los votos de la oposición es una forma muy particular de ver la democracia. Entonces, si suman los votos de la oposición, que gobierne la oposición y no el que ha ganado la elección. Con esa forma de ver la democracia están trastrocando totalmente las cosas.
Ese es el pretexto, el consuelo, que encontraron el 14 de mayo a la noche cuando vieron la paliza que recibieron y dijeron: “Ah, no, entre todos los votos de la oposición tenemos más votos que los que sacó el candidato triunfante”. A mí me parece que ha quedado al descubierto de qué lado están los discursos fáciles y grandilocuentes, con predicciones apocalípticas que venimos escuchando durante estos seis años — “esto ya va a explotar”; “la estabilidad es algo que va a caer después de las elecciones”— pero que felizmente no se han cumplido ni se van a cumplir porque nosotros hemos creado las condiciones para que la Nación y la República sigan existiendo como lo queremos todos los argentinos, sin “pasionismos”, sin sectarismos, sin posiciones que signifiquen poner en marcha continuamente la máquina de impedir. Aquí se habla en forma ligera. Se pide la sanción de una ley cada vez que se necesita hacer una reforma. Y eso lo dice el sector político que cada vez que hay que votar una reforma en la Cámara de Diputados se levanta y nos deja sin quórum, espiando detrás de las cortinas para ver si tenemos quórum o no para sentarse en el recinto. Ellos son los que piden que se sancione una ley para cada caso.
Yo no podía dejar de hacer estas reflexiones por todo lo que se ha atacado la reforma que defendimos nosotros en 1989 y merced a la cual hemos conseguido, por ejemplo, que tengamos hoy totalmente respaldado en el Banco Central todo el circulante, que tengamos reservas por 16 mil millones de dólares —cuando los radicales dejaron menos de 200 millones—, y que tengamos una de las inflaciones más bajas del mundo, que está en el orden del 1,7 por ciento anual. Recuerdo cómo soñaban los radicales con bajar a un dígito la inflación mensual. Me viene a la memoria un programa de televisión en el que un legislador radical decía muy contento que habían bajado la inflación al 5 por ciento mensual. Ese era el logro máximo. Nosotros la hemos bajado al 1,7 por ciento anual. Este sí que es un logro.
Sí, es cierto que hay desocupación. Ha aumentado la desocupación. No lo negamos. La estamos afrontando y la vamos a derrotar. Pero yo recuerdo que cuando los radicales dejaron el gobierno había un 14 por ciento de desocupación mientras que, por ejemplo, Alemania estaba en el 2 o 3 por ciento y otros países europeos tenían una desocupación del orden del 4 o 5 por ciento. Hoy, en la Argentina tenemos un 16 por ciento, mientras que Alemania está cerca del 11 por ciento de desocupación. No nos vamos a alegrar porque sea un problema mundial pero es la realidad, y la vamos a afrontar. Así como aniquilamos la hiperinflación, también vamos a aniquilar la desocupación. Ya hemos puesto en marcha todas las medidas tendientes a lograr ese objetivo, pese a la máquina de impedir que va a seguir funcionando.
Según lo que escuché hoy, la oposición va siendo cada vez más firme. Es lógico. Así son las reglas del juego. Hoy se están disputando cuál va a ser la primera minoría y cuál es el espacio que va a ocupar el segundo partido político que no sé si será la Alianza que ha sufrido un cimbronazo en los últimos días o la Unión Cívica Radical, desplazada al tercer lugar. Vamos a ver quién es el que se pone más fuerte en la oposición, y después de ello seguramente se van a oponer a toda y cada una de las leyes; no sólo a eso, sino que se oponen a todo.
Sr. Genoud. — Mentira. Eso es falso.
Sr. Menem. — Se oponen a todo. Si hasta se ataban a los árboles en la autopista para impedir que se hiciera el Acceso Norte. No quieren que se hagan autopistas. Prometieron tantas cosas y nunca las hicieron; hoy nosotros las estamos llevando a cabo. Estas son las cosas que debemos ver.
Por eso digo que nos sentamos orgullosos a defender esta reforma, ya que creemos que es la continuidad de aquella que nos permitió lograr tantas cosas.
Con respecto a la deuda, el señor senador por Corrientes hacía referencia al Tratado de Maastricht. Y es cierto; en ese Convenio de los países europeos se estableció que se puede considerar que un país tiene una economía sólida aun cuando su deuda llegue hasta el 60 por ciento de su producto. Pero la deuda de la Argentina llega al 20 por ciento con relación al producto. Asimismo, los servicios de la deuda, que representan un 2 por ciento del producto – son unos de los más bajos del mundo –, los podemos afrontar.
Estos son los datos reales; no ese palabrerío suelto que largan a cada momento y que dice que estamos en el abismo, en el derrumbe y a punto de dejar de ser nación. Estas son las realidades; a esto tienen que contestar. Hay que tener autoridad para decirlo.
A mí me parece que de acuerdo a cómo se gobernó hasta 1989, no hay muchos elementos como para que nos digan cómo se debe gobernar. Por supuesto que escuchamos las críticas y estamos abiertos a oír todas las opiniones, pero no podemos dejar de contestar o replicar a todas estas afirmaciones tan ligeras que se hacen sobre un tema tan serio como es el rol o el papel que debe cumplir el Estado en una sociedad.
En primer lugar, debía intervenir en este debate para proteger lo que con tanto ardor defendí en 1989, que por ciento me llevó bastante tiempo; algo más de dos horas de exposición.
En segundo lugar debía intervenir, porque se me citó en reiteradas oportunidades por la interpretación que hago del artículo 76 de la Constitución y por lo que digo sobre la interpretación de nuestra Carta Magna en el libro que escribí junto con el doctor Roberto Dromi.
En este sentido, yo recomendaría que cuando se hace una cita de un libro, se la haga de manera completa, porque si se cuenta la mitad es como si no se contara la verdad. Yo no pido que lean todo el libro, pero por lo menos lo que está relacionado con el tema. (Risas.) Sería muy aburrido y, además, no debe tener grandes méritos.
Sr. Figueroa. — Por lo menos que lo compren. (Risas.)
Sr. Menem. — Lo he obsequiado. (Risas.)
Señor presidente: yo no vengo a defender aquí nada que no haya sostenido en el libro; al contrario, aquí lo ratifico plenamente.
En el libro hablamos del nuevo derecho, del nuevo Estado y decimos que se ha creado un sistema policéntrico de producción del derecho. ¿Qué quiere decir esto? Que la producción del derecho ya no es monopolio del Poder Legislativo. La propia Constitución admite que existen otras fuentes de producción del derecho. Así, aunque en casos excepcionales, regulados y controlados, se aceptan los decretos de necesidad y urgencia.
Otra manifestación del sistema policéntrico de producción del derecho es el de la legislación delegada. Y esto también lo decimos en el libro; por eso decía que hay que leerlo completo.
Asimismo, también citamos como ejemplo de este sistema la facultad que se le da al Jefe de Gabinete de expedir reglamentos generales sobre las atribuciones que le da el artículo 100 de la Constitución, que dice ni más ni menos que es el Jefe de la administración pública y puede dictar todos los reglamentos, todas las normas relativas al ejercicio de la administración. Esto también es producir derecho, como también produce derecho el Consejo de la Magistratura, a quien le damos atribuciones para dictar normas relacionadas con el funcionamiento de la Justicia.
Entonces, se trata de ver en qué condiciones se puede producir el derecho, tanto en los decretos de necesidad y urgencia como en la legislación delegada. Y es aquí donde seguramente no nos ponemos de acuerdo. Porque el señor senador por Catamarca, con ese conocimiento tan profundo que tiene del derecho, ha dado su teoría y explicado por qué el cree que no se dan las condiciones. Yo digo que sí se dan las condiciones.
En primer término nadie duda de que son materia de administración. Y de no ser afectada por alguna ley, se trata de competencias propias del Poder Ejecutivo y del jefe de gabinete. ¿Por qué, entonces, recurrimos a la delegación? Porque en ese proceso de reforma administrativa, puede que resulte necesario modificar o dejar de lado alguna ley. De lo que nadie puede dudar es que la delegación es relativa a materia administrativa. Entonces, está cumpliéndose con ese requisito.
En segundo término establece cuáles son los mecanismos: la modificación, la fusión, la supresión total o parcial de objetivos, competencias, funciones y responsabilidades superpuestas, duplicadas o cuyo mantenimiento se hubiera tornado innecesario.
En tercer término, están los límites políticos. Se establece que se debe asegurar el cumplimiento de las funciones esenciales del Estado que pudieran estar atendidas por los organismos afectados y no deben implicar la eliminación de funciones o roles con directa incidencia en el desarrollo regional o comunitario.
¿Son o no son límites que se imponen para ayudar a configurar las bases? Además, como si ello fuera poco —como dicen los vendedores callejeros—, también se excluye de esta reorganización la privatización de empresas públicas, universidades, entidades financieras, entes regulados de servicios públicos, participación de entes y empresas binacionales, paquetes accionarios y paquetes nacionales. Y por si todo ello fuera poco aún, los controles.
Nunca una ley en nuestro país ha tenido tantos controles como ésta. Por eso cuando hablan de la ley de los superpoderes, yo diría que esta es la ley de los supercontroles. Establece el control…
Sr. Villaroel. — ¿Me permite una interrupción, señor senador?
Sr. Menem. — Ya termino. Establece el control de la Comisión Bicameral Permanente. Espero que los señores diputados la sancionen rápidamente. Por lo menos nosotros hemos cumplido con nuestra parte.
También establece el control de la Comisión de Seguimiento de las Privatizaciones. Creo que el señor senador por La Pampa no leyó bien la ley. Habla de control previo. No se ha eliminado en Diputados. Lo invito a que relea la ley. Dice que el control debe ser previo.
Sr. Berhongaray. — Pero no es vinculante, señor senador.
Sr. Menem. — Usted dijo que se eliminó el control previo. El control previo está. Y si es previo, es vinculante.
— Varios señores senadores hablan a la vez.
Sr. Menem. — En tercer término, está el control de la Auditoría General, que fiscaliza el manejo de la administración pública y efectúa el control de gestión. No es ese control contable solamente. Es el control de gestión. Y esa Auditoría General de la Nación es presidida por un miembro principal del partido de la oposición.
Tenemos tres controles. El control a que se somete el Jefe de Gabinete, que es la autoridad de aplicación y que está sujeto a una moción de censura y a una moción de remoción en caso de que no cumpla debidamente con sus atribuciones. Por supuesto que está el control del Defensor del Pueblo, que también es un control establecido por la Constitución y que depende de este Congreso. Y como advierto algunas sonrisas irónicas, les quiero recordar el papel del Defensor del Pueblo, por ejemplo, en el caso de las tarifas telefónicas, oportunidad en que ha sido muy valorado por los legisladores radicales. Entonces cuando hablo del control del Defensor del Pueblo no veo por qué deba tomárselo con ironía. Creo que honra a este Congreso de la Nación que lo ha designado y de quien depende.
Sr. Moreau. — Estábamos recordando las expresiones que hace unos minutos tuvo el ministro de Economía sobre el Defensor del Pueblo, descalificándolo. Nosotros, no.
Sr. Menem. — Pero esa es harina de otro costal. Entonces, ésta, señor presidente y señores senadores, es la ley de los supercontroles. Más controles que éstos, imposible.
Hay delegación con bases determinadas, por tiempo determinado, con límites políticos y también debidamente controlados. Por eso, cuando aquí se habla de que no se le quieren delegar poderes al ministro de Economía, yo pienso ¿quién ha dicho que se le delegan poderes al ministro de Economía?
Creo que, desde estas bancas, también hay que hacer docencia. Sobre esto también tuve oportunidad de contestar a los periodistas, cuando preguntaron si íbamos a dar facultades al ministro de Economía. No, señor. Las facultades se dan al titular del Poder Ejecutivo y la autoridad de aplicación es el jefe de gabinete.
Entonces, cuando el señor senador por La Pampa dice que desconfía y que no le va a delegar atribuciones al ministro, yo le respondo: No, no le delega al ministro. Le delega a un ciudadano de la Nación, a quien no hace todavía un año, la ciudadanía le dio el 49 por ciento de los votos. A él le está delegando facultades, al titular del Poder Ejecutivo.
Por eso señor presidente, por estas consideraciones…
Sr. Presidente (Cafiero). — Le solicitan una interrupción, señor presidente.
Sr. Menem. — Me gustaría extenderme más, pero soy considerado con mis colegas, por lo avanzado de la hora.
Sólo quería hacer esta reflexión de tipo político, en contra de estas críticas tan duras que se hicieron por la reforma encarada por la ley 23.696. Y quería responder, también sobre el aspecto estrictamente jurídico relacionado con la aplicación del artículo 76 de la Constitución Nacional.
También quiero decirle al señor senador que yo voy a salir a la calle, ya que ha dicho que nos va a dar vergüenza usar el escudo del Senado. Me siento muy orgulloso de salir a la calle con el escudo del Senado. Hace doce años que estoy aquí y siempre salgo y digo con orgullo que pertenezco al Senado de la Nación. Y todos los días trato de demostrar con mis acciones que ocupo esta banca con el merecimiento que tienen aquellos de mi provincia que, alguna vez, me la han confiado para que los represente en este Senado.
Por esas razones, señor presidente, apoyo con orgullo la sanción del proyecto de ley en tratamiento.

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