Proyecto de declaración rechazando resolución británica sobre Malvinas

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19 de mayo de 1993
9ª Reunión – 3ª Sesión ordinaria
Diario de Sesiones – Páginas 839 a 842 y 845 a 847

Sr. Menem. — Señor presidente: nuestra posición respecto del tema que hoy nos ocupa ha sido consignada en los proyectos de declaración que hemos presentado oportunamente, como así también varios señores senadores y que el señor senador por Corrientes, con su versación y con sus conocimientos del tema, ha tenido la virtud de condensar interpretando el espíritu que predomina hoy en este cuerpo de expresión de repudio unánime de la actitud unilateral, arbitraria, lesiva de los derechos soberanos de la Argentina sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur que tiene el Reino Unido.
Hay una coincidencia total; pero como suele ocurrir en estos casos –y como viene sucediendo desde hace tiempo– se aprovechan ocasiones como éstas para realizar incursiones en materia de política exterior de nuestro país en éste y otros temas y se vierten ciertas expresiones que no podemos dejar pasar por alto porque sería como convalidar algunos graves errores de apreciación.
Me refiero a expresiones como las del señor senador por el Chaco, quien no deja pasar oportunidad para decir algo así como que él no quiere molestar a nadie pero siempre detrás de esto viene alguna expresión que a veces resulta agraviante porque indudablemente esconde un propósito peyorativo o la intención de menoscabar alguna conducta de nuestro gobierno, desde el presidente de la Nación para abajo. Lo hace reiterando expresiones que conocemos de memoria; por ejemplo, la foto con el embajador inglés o el hecho de que a él le molesta que al embajador inglés, cuando viene a presentar sus cartas credenciales, lo custodien los granaderos a caballo, olvidando que nuestro embajador también fue escoltado por la guardia real inglesa en oportunidad de presentar en Londres sus cartas credenciales. También están sus expresiones fustigando la política en lo que hace a las inversiones extranjeras en la Argentina o preguntando para qué nos sirven las relaciones con la Comunidad Económica Europea. En fin, entra a cuestionar toda la política exterior de la Argentina aprovechándose de un tema en el cual realmente todos estamos de acuerdo: la defensa de nuestros derechos, nuestros reclamos de soberanía sobre las islas Malvinas y nuestra posición reiterada en los foros internacionales.
Aquí debemos decir, señor presidente, que están muy equivocados quienes piensan que vamos a recuperar las islas Malvinas con insultos, con discursos altisonantes o con expresiones ampulosas que suenan muy bien, pero que no tienen ningún efecto práctico.
Fíjese, señor presidente, que por ejemplo se hace mucho hincapié en las resoluciones de las Naciones Unidas sobre el tema Malvinas y se pasa por alto –o se olvida– cuál es el contenido de esas normas obtenidas tan trabajosamente desde la resolución 2.065 en adelante, que fuimos reiterando a través de varios años.
Junto con el canciller del gobierno radical trabajamos en las Naciones Unidas dialogando con representantes de distintos países a efectos de lograr un voto favorable a nuestro país. Y conseguimos un voto favorable prácticamente abrumador a favor de la pretensión de la República Argentina. Pero, ¿qué pretensión? Porque las Naciones Unidas no nos reconocieron ningún derecho, señor presidente. Las resoluciones de este organismo simplemente reconocen la existencia de una disputa de soberanía sobre las islas Malvinas e invita a Inglaterra y a la República Argentina a sentarse a la mesa de negociaciones para discutir sobre el tema.
Ahora, yo me pregunto: ¿cómo nos sentamos a la mesa de negociaciones? ¿A partir de un aislamiento como el que vivimos después de la guerra, con relaciones diplomáticas rotas, sin ningún tipo de posibilidad de diálogo, o a través de un diálogo al que en algún momento se llegue por las presiones internacionales, por la buena fe puesta de manifiesto por nuestro país, por la predisposición evidenciada por nuestro país? ¿Nos encerramos como una ostra, sin hablar, o nos mostramos proclives al diálogo, que es precisamente lo que ha dispuesto la resolución de las Naciones Unidas?
Por ello, en la política exterior argentina, a partir de 1989, sin resignar ningún derecho y con basamento en ese artificio muy original de la sombrilla, se ha avanzado en la relación bilateral. Una relación bilateral que no va en desmedro de nuestros derechos. Una relación bilateral que nos ha permitido, en alguna medida, acercar posiciones y que, por supuesto, tiene estas contingencias, estos retrocesos. Que, por supuesto también, tiene estos actos arbitrarios que nos indignan. Pero también conllevan nuestra reacción, porque no nos hemos quedado con los brazos cruzados.
Pero, ¿cómo vamos a accionar? ¿Lo haremos de nuevo con la fuerza, como en 1982 o vamos a accionar a través de los foros internacionales? ¿Lo haremos a través de la relación bilateral? Esta es la cuestión.
El señor senador por el Chaco decía que la política exterior, en este sentido, ha fracasado. Le pregunto cuál es la alternativa. ¿Volver a los hechos de fuerza o seguir insistiendo con una posición firme, sin claudicaciones? ¿No lo hemos planteado en todos los foros internacionales?
No hemos sacado el tema de la agenda del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas. En julio del año pasado hubo una resolución de dicho Comité por la que se fustigaba la existencia de situaciones coloniales, se reconocía la disputa de soberanía y se invitaba a los países que tienen los territorios en disputa a sentarse a la mesa de conversaciones a negociar. Esto es lo que se resuelve en las Naciones Unidas, señor presidente. Y esto es lo que estamos haciendo, sin perjuicio de nuestros reclamos.
Aquí, tanto el señor senador por el Chaco como otros señores senadores saben qué ocurre cuando integramos delegaciones internacionales, cuando vamos a la Unión Interparlamentaria Mundial y hablamos de nuestros derechos.
He tenido el gusto, el honor, de recibir las felicitaciones del señor senador por el Chaco por algunas intervenciones que tuve en ese foro importante que reúne a representantes de todos los Parlamentos democráticos del mundo.
Me pregunto cómo se puede citar el caso de España, de Gibraltar. ¿Qué han hecho los españoles? ¿Han declarado la guerra? ¿Han roto relaciones? ¿Han echado al embajador inglés de España o siguieron reclamando, y siguen haciéndolo, como se procede en todos los países civilizados, por la vía diplomática, por la relación bilateral? Esta es la forma civilizada; no hay otra manera de poder hacer valer nuestros derechos. Ejercemos nuestras presiones y las ejerceremos. Daremos más o menos permisos de pesca. Esto es lo que tenemos que manejar. Haremos explotar las zonas de hidrocarburos que tenemos en las zonas limítrofes o cerca de la zona en disputa.
Elevamos las notas de discomfort, como se denominan, de protesta, ante todas las compañías internacionales de petróleo para que no se presenten en las licitaciones convocadas por los ingleses sobre el tema de Malvinas. Y, seguramente, no se va a presentar ninguna compañía que no sea inglesa para hacer la exploración.
No se vaya a pensar que este gobierno asiste cruzado de brazos a estos actos de avasallamiento del gobierno inglés. Pero no ganamos nada con volver a lo anterior, con romper relaciones, con encerrarnos como una ostra y no tener ningún tipo de diálogo, porque de esa forma tampoco vamos a llegar ni siquiera a cumplir con el mandato de las Naciones Unidas de que nos sentemos a dialogar por el tema de la soberanía.
No creo que hayamos tenido ningún retroceso por haber restablecido relaciones diplomáticas. Muy por el contrario, en los otros países del mundo hemos encontrado una mayor comprensión con respecto a la posición de la Argentina. Y no es cierto que no nos interesen los lazos con la Comunidad Europea. Tal vez la colocación de nuestros productos no se realice en la forma en que nosotros quisiéramos. Las inversiones, nuestras ventas al exterior, a los países de la Comunidad, estuvieron en gran medida supeditadas a las relaciones de la Argentina con uno de los miembros de la Comunidad. En la medida en que la Comunidad Europea avance hacia la constitución de la Unión Europea, cuando termine de aprobarse Maastricht, será mucho más difícil que podamos tener relaciones comerciales o de cualquier otro tipo con aquellos países que la integren, si mantenemos las relaciones rotas con alguno de los integrantes de dicha Comunidad.
Después de haber conseguido las resoluciones de Naciones Unidas —a las que desde ningún punto de vista criticamos ni menoscabamos; muy por el contrario, han sido importantes—, me pregunto si los británicos cesaron en alguna de estas actividades. ¿O nos olvidamos de lo que hicieron después de que la Argentina celebró los convenios de pesca con Bulgaria y la Unión Soviética?
¿No ampliaron la zona de protección en materia de pesca? ¿No ampliaron la zona de exclusión argentina como respuesta a esos convenios que celebramos con Bulgaria y con la Unión Soviética, no obstante las resoluciones de Naciones Unidas? Acaso luego de reanudadas las relaciones, ¿no hemos conseguido disminuir algunas limitaciones que teníamos en materia de tránsito militar por la zona?
Entonces convengamos en que no se trata de un problema de discursos encendidos ni de expresiones chauvinistas sin contenido. No se trata de decir que no debemos hacer de esto cuestiones de bandería política si después lo estamos haciendo. No es dando portazos como vamos a recuperar las Islas Malvinas. Ello lo haremos con una política firme, no claudicante, haciéndonos más fuertes, negociando con todos los países del mundo, demostrando que la Argentina es un país que ofrece garantías y al que pueden venir todos los países del mundo a hacer inversiones porque respetamos los derechos de todos. Y algún día también en este tema nuestros derechos van a ser respetados.
Considerando las circunstancias históricas, creo que en muy poco tiempo vamos a poder avanzar firmemente hacia la recuperación de nuestras islas. Los pasos que estamos dando están orientados en ese sentido. No es una cuestión de un día para el otro y no lo fue antes tampoco. Desde 1833 estamos reclamando por nuestros derechos; no será obra de un gobierno sino de varios gobiernos y de varias generaciones. Pero tenemos que ponernos de acuerdo en no querer sacar de esto réditos políticos. La política es una sola. Todos estamos convencidos de nuestros derechos. Entonces, no hagamos el análisis mezquino, pequeño, de si el presidente se fotografió con el embajador inglés o no o de si el embajador inglés ha tenido tal o cual expresión para con nosotros. Nosotros también tenemos nuestras expresiones y también hacemos nuestros reclamos.
En este Parlamento, no hace mucho tiempo, hemos sancionado por unanimidad una ley sobre las líneas de base, donde reivindicamos nuestros derechos sobre las Malvinas.
Quizá la reacción de los ingleses se deba a esta postura de nuestro gobierno, que no es sólo de un gobierno sino de todo el país. Por eso incorporamos a las islas Malvinas a la provincia de Tierra del Fuego; por eso es que nunca hemos cesado de reclamar por nuestros derechos.
Hagamos de esto la gran causa nacional. No sigamos con este latiguillo de la foto, con la declaración pequeña. Veamos cuáles son las grandes políticas.
Hay instituciones privadas de nuestro país, como el CARI, en donde permanentemente se han hecho reuniones de las que han participado algunos senadores de diversas bancadas políticas. En efecto, a esas reuniones de las que participaron legisladores ingleses han ido senadores peronistas, radicales y de los partidos provinciales, porque han entendido que es el diálogo y no la ruptura o el portazo lo que nos va a llevar a la solución.
Nosotros conversamos con los legisladores ingleses en cada ocasión que tenemos en la Unión Interparlamentaria Mundial. Y creo que cada vez nos estamos acercando más a la hora en que recuperaremos la soberanía porque cada vez nos entienden más.
Las medidas arbitrarias y avasallantes que ahora toman están dentro del tironeo normal que se produce cuando hay este tipo de disputas.
Va a llevar un tiempo más alcanzar una solución pero estamos más cerca que antes, mucho más cerca que antes. En la medida en que todos estemos encolumnados detrás de la causa grande de la recuperación de las Malvinas y no de la causa chica de los réditos políticos, estoy seguro de que en muy corto plazo vamos a poder cumplir con ese sueño de todos los argentinos: la recuperación de las Malvinas.
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Sr. Menem. — Señor presidente: lejos de mi intención está coartar el derecho de la oposición a hacer críticas, y me remito a la versión taquigráfica. Pero veo una forma curiosa de interpretar esto del diálogo. Porque resulta que los señores senadores de la bancada radical que han hablado rescatan con derecho la legítima facultad que tiene la oposición de formular críticas. Pero yo también ejerzo el derecho de criticar las críticas que hace la oposición, porque es así como se hace la democracia. Si no, resulta que la oposición puede hacer críticas y nosotros no podemos criticar las posturas de la oposición.
En ningún momento he querido coartar derecho alguno. Sí he criticado algunas actitudes pero nunca con sentido peyorativo. Porque tanto el señor senador por el Chaco como el señor senador por Mendoza saben del respeto personal que me merecen y el que tengo por su bancada.
De modo tal que en esto se ha querido ver una forma de menoscabar a la oposición, lo que ha sido un error de apreciación. Si algunas de mis expresiones dieron lugar a pensar así, pido sean entendidas en el sentido que vengo expresando.
De todos modos, el señor senador por el Chaco se vuelve a aprovechar cuando habla de mi posición en materia de privatizaciones como si aquí se estuviera debatiendo ese tema; lo trae nuevamente para fustigar.
Invito al señor senador a que lea el Diario de Sesiones cuando discutimos las privatizaciones, para que veamos la verdad acerca de cuál fue mi posición en aquella oportunidad. Yo me opuse a la forma de privatización que quería hacer el gobierno radical; no me opuse a la privatización por sí misma. Critiqué la forma en que se quería hacer la asociación con una empresa elegida voluntaria, unilateralmente por el señor Ministro de Obras Públicas en aquel entonces. Y lo mismo digo respecto de la compañía telefónica.
La historia va a decidir quién tuvo la razón. Pero de todos modos, si lo ha querido decir para molestarme, para hacerme quedar como que un día sostengo una cosa y otro día expreso algo distinto, debo manifestar que estoy muy tranquilo respecto de lo que sostuve en aquella oportunidad y de lo que esgrimí luego al defender aquí en este recinto la ley de reforma del Estado que fue aprobada por el Senado de la Nación.
Y también quiero decir al señor senador por Mendoza respecto de este tema de la sangre a derramarse o derramada, que ése fue el argumento que usó la oposición para desacreditar en aquel momento al candidato del justicialismo. Y ya sabemos cómo se pronunció el pueblo el 14 de mayo.
Las deformaciones que se hacen con fines electoralistas tienen que terminar luego de la elección; no se puede seguir insistiendo en lo mismo cuando, oportunamente, se aclaró que no fue eso lo que se dijo, que no fue ése el sentido. Pero si lo trae también aquí para mechar o meter un ingrediente picante en esta discusión que nada tiene que ver con ello, bueno, entonces lo aceptamos para que no sea una sesión que pudiera resultar monótona, si es que así lo consideran los señores senadores.
Me llama mucho la atención, señor presidente, que el señor senador por el Chaco, un hombre conocedor de estas cuestiones porque hace muchos años que estudia los temas internacionales, diga que la cuestión se ha sacado de las Naciones Unidas. El tema no se ha sacado de las Naciones Unidas. Por resolución del 29 de julio de 1992 el Comité de Descolonización, que pertenece a las Naciones Unidas, dictó una resolución clara al respecto, por la que se establece que hay una disputa de soberanía y por la que se invita a las partes nuevamente a sentarse a dialogar sobre el tema de la soberanía. Es decir que no es exacto que se lo haya sacado de las Naciones Unidas. Lo que ocurre es que no se lo ha considerado en la Asamblea General de las Naciones Unidas, cosa que es muy distinta.
Por eso hace a la estrategia del que lleva la política exterior. Desde luego, no descalifico la postura distinta que puede tener la oposición.
Y en cuanto a la afirmación de que hemos perdido la solidaridad latinoamericana sobre este tema por aquella expresión relativa a la sociedad con los ingleses, el señor senador por el Chaco conoce mejor que yo a los países latinoamericanos y sabe que a la menor seña, al menor guiño que le hagamos a cualquier país de Latinoamérica, va a volver a salir en apoyo de la Argentina, en la legítima reivindicación de las islas Malvinas, porque ésta no es una reivindicación exclusiva de la República Argentina, sino que lo es de todos los países de Latinoamérica.
Considero que en este tema debemos apuntar a la política grande —no lo dije en tono peyorativo—; creo que está bien que coincidamos todos en este proyecto de declaración.
Discrepo con el señor senador por Mendoza cuando dice que hay que incluir el tema de la interpelación. La interpelación tiene otro trámite parlamentario: el pedido de interpelación tiene que ser girado a la Comisión de Asuntos Constitucionales porque así lo marca el reglamento.
Hoy tenemos que coincidir todos en este repudio. No sé si servirá o no pero, en este momento, no se me ocurre otra cosa que no sean las expresiones de repudio. No sé qué otro argumento, método o artificio los señores senadores imaginan que podamos elegir en este momento; si los proponen, gustosamente serán considerados entre todos para ver si encontramos medidas más efectivas.
Por lo pronto, es efectivo que coincidamos en este proyecto de declaración donde repudiamos abiertamente esta actitud lesiva a nuestros derechos tomada por parte de Gran Bretaña.

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