Proyecto de ley aprobando el Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe

RETORNAR

24 de marzo de 1993
58ª Reunión – 15ª Sesión Extraordinaria
Diario de Sesiones – Páginas 5005 a 5011

Sr. Presidente. (Britos). — En consideración en general. Tiene la palabra el señor senador por La Rioja.
Sr. Menem. — Señor presidente, señores senadores: hoy tengo la inmensa satisfacción de informar a este cuerpo el dictamen suscrito por unanimidad por los integrantes de la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto, en virtud del cual se propone dar aprobación al mensaje y proyecto de ley remitido por el Poder Ejecutivo por el que se aprueban el Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe, o Tratado de Tlatelolco, adoptado en México, el 14 de febrero de 1967, y las enmiendas introducidas el 3 de julio de 1990, el 10 de mayo de 1991 y el 26 de agosto de 1992.
La aprobación de este Tratado constituye la feliz culminación de una política firme y coherente que desde hace muchos años ha venido llevando a cabo en esta materia el gobierno argentino a través de los distintos signos políticos que han ocupado el Poder Ejecutivo nacional.
Digo que es la feliz culminación porque no hace más que confirmar y ratificar el espíritu pacifista de nuestro país, que ha venido reafirmándose a través de distintos actos de cooperación, de entendimiento y de acercamiento, no sólo con otros países de América latina sino también del mundo.
Hoy no podríamos entender bien la aprobación del Tratado de Tlatelolco si no hiciéramos algunas referencias sobre cómo fue gestado.
Quienes actuamos en política y quienes no lo hacen, escuchamos hablar de Tlatelolco desde hace casi veintiséis años. Tanto en materia de defensa como en materia nuclear, en la relación con otras naciones y en la inserción de la Argentina en el mundo surgía la pregunta de si nuestro país ratificaba ese tratado o no. Los que tenemos la oportunidad de estar en contacto con los gobiernos de otros países escuchamos siempre la misma pregunta: ¿Cuál es la posición de la Argentina y por qué no ratifica Tlatelolco?
En realidad, la historia de este tratado prácticamente se remonta a la era nuclear. Cuando los siniestros hongos atómicos provocados por las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki se perfilaron en el horizonte del mundo, se produjeron dos reacciones totalmente distintas y en sentido contrario. Por un lado, se inició una gran carrera armamentista: las grandes potencias también quisieron transformarse en potencias nucleares.
Así, en 1949 pasó a pertenecer al “club nuclear” la Unión Soviética, en 1952 lo hizo Gran Bretaña; en 1964, Francia, y luego también lo hizo la República Popular China. Vemos así que las explosiones mencionadas incrementaron la carrera armamentista.
Por otro lado, surge en la conciencia de la humanidad el peligro que entrañan las armas nucleares. Fue así como al mismo tiempo nació un sentimiento que se llevó a la acción, en el sentido de trabajar para que la energía nuclear sirviera a fines pacíficos.
Así, el presidente Eisenhower lanzó su famoso plan de “Átomos para la paz”, en 1953, promoviendo la creación de un organismo internacional dependiente de las Naciones Unidas como salvaguardia en esta materia. Por una parte, se trataba de evitar la proliferación de las armas nucleares y, por la otra, de trabajar para que los átomos fueran utilizados realmente para la paz. Fue así como en 1957 se llega a la creación del Organismo Internacional de Energía Atómica, actualmente vigente.
Hasta ese momento América latina era un mero espectador. Pero en 1962 surge el conflicto de los misiles en Cuba. Recordemos la zozobra que vivió el mundo y especialmente nuestro continente cuando Estados Unidos decidió bloquear a Cuba como consecuencia del emplazamiento de misiles procedentes de la Unión Soviética. Fue entonces cuando por primera vez en América latina sentimos muy de cerca el peligro de que nuestro territorio, nuestro espacio territorial, fuera usado como escenario por las potencias nucleares mundiales para dirimir sus diferencias.
Ahí se inicia un proceso tendiente a evitar que ello ocurriera y se comienza a gestar el Tratado de Tlatelolco, creación en la que la Argentina tiene una participación decisiva porque fue líder regional en materia de investigación nuclear a partir de 1950, cuando se creó la Dirección Nacional de Energía Atómica, que fue el antecedente inmediato de la actual Comisión Nacional de Energía Atómica. Hay mucho para hablar de lo que significó en nuestro país el comienzo de la investigación nuclear en la época del profesor Ritcher y de todos los demás investigadores que se dedicaron a esta materia.
Así, entonces, se gesta el Tratado de Tlatelolco, el cual se firma en 1967 y constituye el primer convenio que impide la proliferación nuclear en zonas del planeta densamente habitado. Aún hoy sigue siendo el Tratado más importante celebrado en materia de no proliferación nuclear, porque si bien anteriormente se habían suscrito otros dos Tratados —el de no proliferación de armas nucleares en la Antártida, en 1959, y el de no proliferación de armas nucleares en el espacio ultraterrestre— ninguno de ellos se refería a territorios densamente habitados. El de Tlatelolco tiene la importancia de excluir los armamentos nucleares en las zonas densamente pobladas, ¿Cuáles son los fines del Tratado de Tlatelolco?
El mismo preámbulo de este importante convenio dice: “… contribuir en la medida de sus posibilidades, a poner fin a la carrera de armamentos, especialmente los nucleares, y a la consolidación de un mundo en paz, fundado en la igualdad soberana de los Estados, el respeto mutuo y la buena vecindad”. Y agrega también que la desnuclearización militar de América latina constituirá una medida que evite a sus pueblos el derroche en armamento nuclear de sus limitados recursos y que los proteja contra eventuales ataques nucleares a sus territorios; una significativa contribución para impedir la proliferación de armas nucleares y un valioso elemento en favor del desarme general y completo.
En la parte dispositiva del artículo 10 del tratado las partes deciden, en primer lugar, utilizar exclusivamente con fines pacíficos el material y las instalaciones nucleares sometidas a su jurisdicción, y así se prohíbe el ensayo, uso, fabricación, producción o adquisición por cualquier medio de toda arma nuclear, por sí mismas, directa o indirectamente, por mandato de terceros o en cualquier otra forma y, en segundo término, el recibo, almacenamiento, instalación, emplazamiento o cualquier forma de posesión de toda arma nuclear, directa o indirectamente, por sí mismas, por mandato a terceros o por cualquier otro modo, y las partes se comprometen también a abstenerse de realizar, fomentar o autorizar, directa o indirectamente, el ensayo, uso, fabricación, producción, posesión o el dominio de toda arma nuclear o de participar en ello de cualquier forma.
Aquí se hace referencia no sólo a la posesión de las armas nucleares sino también al hecho de no posibilitar ningún tipo de experiencia nuclear en la zona. Porque recordemos que en esa época las potencias nucleares estaban tratando de buscar zonas en donde hacer ensayos nucleares que estuvieran fuera de sus países, para evitar los problemas causados por la radiactividad. Se hizo famoso el atolón de Bikini, en donde se efectuaban experiencias nucleares, para evitar hacerlas en los países de origen.
No podemos dejar de mencionar, al esbozar esta importante trayectoria de desnuclearización de nuestro continente, la relación argentino brasileña. Nosotros tuvimos oportunidad de tratar en este mismo Senado dos convenios que celebró la Argentina con el Brasil respecto de este tema, que se plasmaron en las leyes 24.046 y 24.113. Pero, cuando yo decía al comienzo de mi exposición que hay una larga trayectoria en la política argentina en esta materia, me refería a que tenemos que remontarnos a 1980, cuando por primera vez la Argentina y el Brasil firmaron un tratado de cooperación nuclear.
¿Por qué la Argentina y el Brasil? ¿Por qué yo digo que tenemos que prestar atención a la relación entre estos países? Porque eran, y son, las dos naciones líderes en nuestra zona en materia de investigación nuclear. Siempre se habló, cuando se trataron estos temas, de la no proliferación nuclear, de no crear un desequilibrio entre estas dos potencias que estaban en condiciones de acceder a la tecnología nuclear y de utilizarla. Por eso, lo que hicieron la Argentina y el Brasil en esta materia ha sido muy importante y culmina ahora con la adhesión de estos países al Tratado de Tlatelolco.
Cuando tratamos las que serían leyes 24.046 y 24.113 recordé todo lo ocurrido entre la Argentina y el Brasil en la década del 80: las relaciones de cooperación, las visitas presidenciales, los mecanismos de consulta, los acuerdos celebrados. En particular, podemos recordar la visita que hizo el presidente del Brasil a la planta de enriquecimiento de Pilcaniyeu en 1987, y a la planta de reprocesamiento de Ezeiza, en 1988, y, la visita del presidente argentino a la planta de enriquecimiento de uranio de Iperó en 1988. Asimismo, se creó en el mismo año un mecanismo permanente de consulta en materia de energía nuclear. También puedo mencionar las declaraciones conjuntas de Foz de Iguazú en 1985, de Brasilia en 1986, de Viedma en 1987 y de Iperó en 1988.
Pero el impulso decisivo en esta materia estuvo dado por la Declaración de Foz de Iguazú sobre Política Nuclear Común. Argentino-Brasileña, del 28 de noviembre de 1990, mediante la cual se acordaron las acciones que mencionaré seguidamente.
En primer lugar, el 18 de julio de 1991, se firmó la Declaración de Guadalajara, en la cual, como se recordará, se estableció un Sistema Común de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares, conocido como SCCC, ejercido por la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control, encargada de verificar que ninguna de las partes pudiera derivar material nuclear para la fabricación de armas atómicas. Este acuerdo fue aprobado por la ley 24.046 del 5 de diciembre de 1991.
EI 13 de diciembre de 1991 se firmó en Viena el acuerdo entre la Argentina y el Brasil, la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares y el Organismo Internacional de Energía Atómica para la Aplicación de Salvaguardias. Este acuerdo fue aprobado por la ley 24.113 del 5 de agosto de 1992.
Se trata de un acuerdo de salvaguardias nucleares tendiente a garantizar la forma en que se controlaría la no derivación de material nuclear para fines belicistas.
Por último, la tercera consecuencia de esta declaración argentino-brasileña de Foz de Iguazú fue la decisión de permitir la entrada de ambos países al Tratado de Tlatelolco, decisión a la que posteriormente se incorporó Chile. Por eso, los tres países impulsaron las enmiendas aprobadas el 26 de agosto de 1992.
Con esto quiero decir que la Argentina, desde el comienzo mismo del Tratado de Tlatelolco, evidenció siempre su vocación pacifista. Lo demostró a través de la cooperación en materia nuclear con todos los países. Pero aquí surge la pregunta. Si la Argentina participó y fue protagonista, si fue uno de los gestores de Tlatelolco y firmó este tratado en 1967, ¿por qué razón, ahora, en 1993, estamos aprobando dicho tratado? La explicación es muy sencilla. Tanto la Argentina como el Brasil y Chile no estaban de acuerdo con el sistema de control que establecía el Tratado de Tlatelolco por tener graves fallas; que podrían haber sido mayores teniendo en cuenta la época en que fue sancionado.
Estas fallas consistían en lo siguiente: en primer término, que no salvaguardaba el secreto tecnológico nuclear. Se establecía un sistema de control que permitía prácticamente el acceso irrestricto de personal de la OPANAL, organismo de ejecución del Tratado de Tlatelolco, a todas las instalaciones nucleares casi sin ninguna limitación. Además, se establecían obligaciones para los países signatarios respecto de informar no sólo al Organismo Internacional de Energía Atómica acerca de todas las cuestiones relativas al desarrollo nuclear, sino también a este organismo, la OPANAL, en lo referido a aquellas materias que podían tener aplicación en el campo bélico y, también, sobre todas las cuestiones vinculadas al desarrollo nuclear en estos países.
Por estas razones, al no estar preservado el secreto tecnológico, siendo la Argentina uno de los líderes en la materia, lo mismo pensarían las autoridades brasileñas, y teniendo en cuenta además, en cuanto al sistema de control mismo, que se facultaba a la OPANAL, pero ésta no tenía la idoneidad suficiente para realizar el control, la Argentina, Brasil y Chile demoraron hasta hoy la aprobación del Tratado.
Debo aclarar que si bien el Brasil y Chile lo habían ratificado, no habían formulado las dispensas del artículo 28 del Tratado, en cuanto a que se tenían que cumplir determinadas condiciones para la entrada en vigencia, y al no ser formuladas esas dispensas tampoco entró en vigencia para aquellos países.
Como consecuencia de ello, se produce una larga serie de negociaciones para ver de qué forma se podían superar esas deficiencias del Tratado, hasta que la Argentina, Brasil y Chile arriban a un acuerdo en estos últimos años y llegan a formular una propuesta a la OPANAL respecto de las modificaciones a introducir para que estos países pudieran aprobar de lleno todo el Tratado.
Estas enmiendas, propuestas y aprobadas el 26 de agosto de 1992 por la OPANAL son las siguientes: En primer término, las partes sólo se comprometen a enviar a la OPANAL aquellos informes que sean relevantes para el trabajo de dicho organismo. Es decir que al Organismo Internacional de Energía Atómica se le siguen mandando los informes que tienen que ver con este organismo dependiente de las Naciones Unidas, pero a la OPANAL se le envían sólo aquellos informes que sean relevantes a los fines establecidos para este organismo.
En segunda instancia, se establece expresamente que la información proporcionada por las partes no podrá ser divulgada ni comunicada a terceros, total o parcialmente, por los destinatarios de los informes, salvo cuando aquéllas lo consientan expresamente. Este es otro resguardo para la protección del secreto nuclear.
En tercer término, la facultad de realizar inspecciones especiales previstas en el Tratado de Tlatelolco se confiere únicamente al Organismo Internacional de Energía Atómica y no al Consejo, que es el organismo de la OPANAL encargado de realizar tales inspecciones especiales, dado que no está en condiciones de idoneidad ni técnicas como para hacerlas en forma eficaz. Sí interviene el Consejo como paso o mecanismo previo.
Si algún país quiere realizar una inspección especial puede solicitar al Consejo del Tratado de Tlatelolco, quien elevará la solicitud al Organismo Internacional de Energía Atómica para que aquélla sea realizada.
De esta forma, señor presidente, pudimos vencer, pasar por alto, derrotar estos obstáculos que se oponían a que aprobáramos el Tratado de Tlatelolco. Las enmiendas realizadas a los artículos 14, 15, 19 y 20 significaron ni más ni menos que satisfacer todas, absolutamente todas las inquietudes que tenían la Argentina, el Brasil y Chile respecto de la vigencia de este importante tratado.
Recordemos que la actual ley 24.046, por la que se aprobó el acuerdo argentino-brasileño, en el artículo 2° disponía el derecho inalienable de las partes a desarrollar la investigación. La producción y la utilización de la energía nuclear con fines pacíficos, preservando cada parte sus secretos industriales, tecnológicos y comerciales. Esto tuvo su aplicación en el posterior acuerdo sobre salvaguardias celebrado en Viena, por la Argentina, el Brasil, la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares y el Organismo Internacional de Energía Atómica, convenio que luego ratificamos por la ley 24.113.
¿Cuáles son para la Argentina las ventajas de entrar en el Tratado de Tlatelolco? Desde luego que bastaría mencionar que es un aporte a la paz del mundo, un aporte para contribuir a detener esta patológica carrera armamentista que asoló al mundo por muchos años. Esto sólo justificaría nuestra aprobación al tratado.
Pero debo decir que desde el punto de vista político también hay ventajas concretas para nuestro país. La no aprobación de este Tratado ocasionaba que la Argentina tuviera algunas dificultades, algunos bloqueos, para acceder a tecnologías sensitivas de otros países. Cada vez que nuestro país tenía que celebrar un acuerdo se le anteponía el hecho de que no habíamos aprobado dicho Tratado. Por eso se nos ponían obstáculos para acceder a esa tecnología.
Tanto es así que a partir de una fuerte política en la materia de no proliferación nuclear, observada por la Argentina a partir de 1990 con la celebración de los tratados con Brasil, Chile y la Organización Internacional de Energía Atómica, cambió sustancialmente la situación y nuestro país comenzó a tener posibilidades de acceso a tecnologías de que disponían los países más avanzados en la materia, que comenzaron a celebrar acuerdos con nuestra Nación.
A título de ejemplo podemos citar el memorándum de entendimiento entre el gobierno de la República Argentina y el de los Estados Unidos de América sobre transferencia de tecnología estratégica, del 12 de febrero de 1993; el acuerdo de cooperación nuclear inicialado en agosto de 1992, también con Estados Unidos, así como el acuerdo marco entre la NASA y la Comisión de Actividades Espaciales para la cooperación en el uso civil del espacio extraterrestre, del 5 de abril de 1991. También se puede mencionar el memorándum de entendimiento entre la NASA y la Secretaría de Ciencia y Tecnología del 5 de agosto de 1991 para la realización del proyecto SACB, primer satélite argentino que va a ser lanzado al espacio en 1994, así como el acuerdo comercial entre las empresas INVAP Sociedad del Estado y General Atomic, que allanó el camino para que una empresa argentina ganara recientemente una licitación para la venta de un reactor Nuclear a Egipto.
Con Canadá se iniciaron tratativas en junio de 1992 para un acuerdo de cooperación nuclear, el que se encuentra en avanzado estado de negociación, estimándose su firma para los próximos meses.
En 1992, los ministros de Relaciones Exteriores de Francia y de la Argentina firmaron la declaración de intención relativa a la cooperación nuclear. También con Francia se ha completado el acuerdo de cooperación nuclear, que se firmará a fines de abril próximo. Asimismo, se iniciaron conversaciones con Japón y México para encauzar un acuerdo de cooperación nuclear; también se ha conversado con EURATOM para la firma de un convenio de cooperación nuclear, luego de doce años de haber caducado el anterior acuerdo.
En el campo espacial, existe un acuerdo con Alemania y otro con Italia firmado en septiembre de 1992. En ese mismo año se celebró un acuerdo a nivel de gobiernos con la República de Italia en materia de defensa. Por último, también existe la declaración de intenciones entre la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, CONAE, y el Instituto Técnico Aeroespacial del Reino de España, firmado el 7 de agosto de 1992.
Es decir que además de una contribución a la paz del mundo, la Argentina, con la aprobación de esta ratificación, tiene la posibilidad de acceder a tecnología sensible disponible en otros países, los que no estaban dispuestos a celebrar ningún convenio de cooperación con el nuestro mientras no ratificáramos el Tratado de Tlatelolco.
Seguramente otras naciones, como Brasil y Chile, que en virtud de estas enmiendas quedaron incorporadas a Tlatelolco, podrán acceder a similar tecnología sensitiva.
Señor presidente: el dictamen de la comisión propone, además de aprobar el Tratado, la incorporación de un artículo que originariamente no estaba en el proyecto de ley enviado por el Poder Ejecutivo.
En dicho mensaje se habla de la necesidad de hacer una reserva con respecto a una declaración interpretativa formulada por Gran Bretaña referida al Protocolo Adicional del Tratado de Tlatelolco.
Sucede que pudieron adherir al tratado no sólo los países de la zona sino las potencias extrarregionales que tienen territorios bajo responsabilidad internacional, ya sea de jure o de facto, como es el caso de Inglaterra respecto de las islas Malvinas.
El artículo 3 del Tratado se refiere a cuál es el ámbito de vigencia y menciona los espacios terrestres, marítimos y aéreos, a través de una expresión que dice: “…sobre el cual el Estado ejerza soberanía, de acuerdo con su propia…”.
En consecuencia, al decir “…de acuerdo con su propia legislación… “, Gran Bretaña produjo una declaración interpretativa que favorece sus pretensiones territoriales sobre las islas Malvinas. Por supuesto, la Argentina formuló oportunamente la reserva del caso, produciendo una declaración interpretativa por la que rechaza la posición de Gran Bretaña y en la que ratifica su soberanía sobre las islas.
En el mensaje del Poder Ejecutivo, como decía, se hace referencia a este aspecto, pero no se lo incluye en el texto del proyecto de ley. Por ello, la comisión decidió incorporar el artículo 2° referido a esta cuestión, cuyo texto dice: “Dispónese que al depositar el instrumento de ratificación del tratado, el Poder Ejecutivo nacional deberá confirmar y reiterar la Declaración Interpretativa formulada el 26 de agosto de 1992, que tiene por objeto proteger y reservar plenamente los derechos de la República Argentina sobre las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, y espacios marítimos circundantes, cuyo texto se transcribe a continuación…”.
Voy a omitir la lectura de la mencionada declaración porque su texto está contenido en el orden del día que obra en poder de los señores senadores, donde se expresa la tradicional posición de nuestro país ratificando su soberanía sobre esos territorios y, por supuesto, rechazando la pretensión ilegítima de Gran Bretaña sobre las áreas que son eminentemente argentinas.
Pero debo hacer una aclaración a fin de evitar alguna confusión. Esta no es una reserva en el sentido propiamente dicho de la palabra o lo que técnicamente se entiende como tal, porque el Tratado de Tlatelolco dice expresamente que no se admiten reservas a su contenido. Cuando dicho Tratado, como lo hacen otros, hace alusión a estas reservas se refiere a las que atenten o desvirtúen el objetivo y los fines que con ellos se persigue.
En este caso particular no tiene absolutamente nada que ver ni con los fines ni con el objetivo del Tratado. Simplemente se refiere al rechazo de una declaración interpretativa —ilegítima desde nuestro punto de vista— que Gran Bretaña formula respecto de un territorio que se encuentra en disputa, tal como lo han reconocido las Naciones Unidas.
A raíz de lo que acabo de exponer, en algún momento alguien me manifestó que esta reserva podría ser impugnada debido a que el Tratado no las admite. Yo contesto lo siguiente: no es una reserva en sentido técnico sino que se trata del rechazo de una declaración interpretativa formulada por Gran Bretaña. El fundamento de nuestra posición se encuentra en la Convención sobre Tratados de Viena que no tiene sentido traer a colación en este momento.
De tal modo, creemos que dicha reserva es procedente porque no desvirtúa de manera alguna los objetivos y los fines del Tratado; tampoco tiene efecto jurídico respecto del protocolo adicional ni del Tratado sino que, simplemente se refiere a la disputa territorial que mantenemos con Gran Bretaña.
Podríamos hacer muchas consideraciones acerca de este tema, señor presidente, pero creo que a todos nos anima este sentimiento de legítimo orgullo de participar en la sanción de este proyecto de ley por el que se aprueba el Tratado de Tlatelolco.
Quiero manifestar y compartir con los señores senadores, y creo que la ocasión es propicia, algunas palabras que en 1986 dijera Gabriel García Márquez cuando participábamos en la reunión del Grupo de los 6 en Ixtapa, México. La delegación argentina era presidida por el entonces primer mandatario, doctor Raúl Alfonsín. Se trataba de un grupo creado precisamente para hacer aportes en favor de la paz del mundo.
En dicha oportunidad fue invitado Gabriel García Márquez, quien escribió un hermoso trabajo referido a los peligros de la proliferación nuclear. Me acordé de él porque en el preámbulo de Tlatelolco se dice: “Las armas nucleares, cuyos terribles efectos alcanzan indistinta e ineludiblemente tanto a las fuerzas militares como a la población civil, constituyen, por la persistencia de la radiactividad que generan, un atentado a la integridad de la especie humana y aún pueden tornar finalmente toda la Tierra inhabitable.” Es así que cuando estaba estudiando el Tratado recordé las palabras del escritor mencionado. Y las traigo a colación porque creo que en nuestro trabajo a veces es útil y oportuno poner también un poco de poesía.
García Márquez describe cómo sería el mundo luego de una explosión nuclear. Expresa: “Un minuto después de la última explosión, más de la mitad de los seres humanos habrá muerto, el polvo y el humo de los continentes en llamas derrotarán a la luz solar, y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo. Un invierno de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el tiempo de los océanos y volteará el curso de los ríos, cuyos peces habrán muerto de sed en las aguas ardientes y cuyos pájaros no encontrarán el cielo. Las nieves perpetuas cubrirán el desierto del Sahara, la vasta Amazonia desaparecerá de la faz del planeta destruida por el granizo, y la era del rock y de los corazones trasplantados estará de regreso a su infancia glacial. Los pocos seres humanos que sobrevivan al primer espanto, y los que hubieran tenido el privilegio de un refugio seguro a las tres de la tarde del lunes aciago de la catástrofe magna, sólo habrán salvado la vida para morir después por el horror de sus recuerdos. La creación habrá terminado, en el caos final de la humedad y las noches eternas, el único vestigio de lo que fue la vida serán las cucarachas”. Porque parece que son las cucarachas las que podrán sobrevivir a una explosión nuclear. En ese momento así definía el poder de los arsenales nucleares.
Dice: “Hoy, 6 de agosto de 1986, existen en el mundo más de cincuenta mil ojivas nucleares emplazadas. En términos caseros, esto quiere decir que cada ser humano, sin excluir a los niños, está sentado en un barril con unas cuatro toneladas de dinamita, cuya explosión total puede eliminar doce veces todo rastro de vida en la tierra. La potencia de aniquilación de esta amenaza colosal, que pende sobre nuestras cabezas como un cataclismo de Damocles, plantea la posibilidad teórica de inutilizar cuatro planetas más de los que giran alrededor del sol y de influir en el equilibrio del sistema solar. Ninguna ciencia, ningún arte, ninguna industria se ha doblado a sí misma tantas veces como la industria nuclear, desde su origen hace cuarenta y un años, ni ninguna otra creación del ingenio humano ha tenido nunca tanto poder de determinación sobre el destino del mundo”.
Y sostenía más adelante este Premio Nobel de literatura: “La carrera de las armas va en sentido contrario de la inteligencia. Y no sólo de la inteligencia humana, sino de la inteligencia misma de la naturaleza, cuya finalidad escapa, inclusive a la clarividencia de la poesía. Desde la aparición de la vida visible en la tierra debieron transcurrir trescientos millones de años para que una mariposa aprendiera a volar, otros ciento ochenta millones de años para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geológicas para que los seres humanos, a diferencia del bisabuelo Pitecántropo, fueran capaces de cantar mejor que los pájaros y de morirse de amor. No es nada honroso para el talento humano en la edad de oro de la ciencia haber concebido el modo de que un proceso multimilenario tan dispendioso y colosal, pueda regresar a la nada de donde vino por el arte simple de oprimir un botón”.
Por último, en esta prosa tan pletórica de gracia y de poesía pero que revela con crudeza lo peligroso de las explosiones nucleares dice: “Propongo que hagamos ahora y aquí el compromiso de concebir y fabricar un arca de la memoria, capaz de sobrevivir al diluvio atómico, una botella de náufragos siderales arrojada a los océanos del tiempo, para que la nueva humanidad de entonces sepa por nosotros lo que no han de contarle las cucarachas: que aquí existió la vida, que en ella prevaleció el sufrimiento y predominó la injusticia, pero que también conocimos el amor y hasta fuimos capaces de imaginarnos la felicidad. Y que sepa y que haga saber para todos los tiempos quiénes fueron los culpables de nuestro desastre, y cuán sordos se hicieron a nuestros clamores de paz para que esta fuera la mejor de las vidas posibles, y con qué inventos tan bárbaros y por qué intereses tan mezquinos la borraron del universo”.
Señor presidente: pido disculpas por haber hecho esta digresión, pero creo que este cataclismo de Damocles que tan bien describe el laureado Premio Nobel de literatura latinoamericano, nos revela hasta qué punto es importante que hoy estemos aprobando un tratado de no proliferación de armas nucleares. Creo que hoy la Argentina, al igual que otros países latinoamericanos, está dando el ejemplo al mundo para que se termine con esta locura de una carrera armamentista que, como dice el citado autor, va en contra no sólo de la inteligencia humana sino también de la naturaleza misma. Por eso con cada paso que demos en favor de la no proliferación nuclear estaremos alejándonos cada vez más de esta terrible tragedia que amenaza al mundo.
Por esta razón, al aprobar hoy este tratado estaremos haciendo un aporte muy importante en favor de la paz en el mundo.

RETORNAR