Informe del señor jefe de Gabinete de Ministros. Estado de la deuda externa

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18 de marzo de 2004
3ª Reunión – Sesión Especial

Sr. Menem. — Señor presidente: mi intención al pedir el uso de la palabra era formular tres o cuatro preguntas muy breves pero como esta tarde lo he escuchado de nuevo —calculaba que alguno no iba a resistir a la tentación de practicar el deporte nacional de moda, que es demonizar a la década del ‘90—, tengo que decir algunas cosas porque, de lo contrario, no vamos a saber de qué estamos hablando. Porque se dijo que el problema de la deuda es la convertibilidad, que el 1 a 1 trajo pobreza, desocupación y el endeudamiento del país.
Hay cosas que no alcanzo a entender porque creo recordar que el eje principal de la campaña electoral de la Alianza era mantener la convertibilidad. ¿O no lo recordamos al candidato Fernando de la Rúa decir en todos los medios que “un dólar, un peso”? Y en esa campaña participó también mi distinguido colega y amigo —a quien admiro mucho— el senador Terragno, quien después fue Jefe de Gabinete de ese gobierno que mantuvo la convertibilidad.
O sea, no alcanzo a entender, si era tan mala la convertibilidad, por qué aceptó ser Jefe de Gabinete de un gobierno que mantuvo todo el tiempo el 1 a 1. Entonces, tan malo no debe haber sido.
Además, no es cierto que trajo pobreza, desocupación y endeudamiento porque si comparamos los índices veremos que en 1989 la pobreza alcanzaba al 38 por ciento mientras que en 1999 no llegaba al 25 por ciento de la población. Es cierto que aumentó la desocupación de un 8 o 9 por ciento a un 14 por ciento, pero hay que tener en cuenta también la gran industrialización y tecnificación que dejó afuera a una gran cantidad de mano de obra.
¡Tampoco es cierto lo del endeudamiento! Quisiera que alguna vez se estudie a fondo porque se macanea mucho con el tema del endeudamiento. Discúlpeme; no lo digo por el senador Terragno.
Recuerdo un memorable discurso que dio el senador Cafiero allá por el año 1986 en la Cámara de Diputados; fue una pieza muy importante donde señalaba el endeudamiento que ya en ese momento era gravísimo y que alcanzaba las tres cuartas partes del producto bruto, que era cómo se mide el endeudamiento. Porque el endeudamiento no se mide en términos absolutos, hay que medirlo en términos relativos. No es lo mismo un país que deba equis pesos con un producto bruto determinado que con uno menor o mayor. ¡Así se lo mide! Pero veamos cómo fue la evolución de la deuda en ese tiempo para demostrar que no es cierto lo que aquí se ha dicho.
Isabel Perón dejó el gobierno en 1976 con una deuda externa del orden de los 5 mil o 6 mil millones de dólares.
En 1983, cuando termina el Proceso y asume el doctor Alfonsín, la deuda externa queda entre los 40 a 45 mil millones de dólares. Es decir que en siete años aumentó 40 mil millones.
Para 1989, cuando el doctor Alfonsín deja el gobierno, hay dos números. Por un lado, se dice que Alfonsín deja una deuda del orden de los 67 mil o 70 mil millones de dólares. Y por el otro, hay una cifra que figura en el estudio de Melconián y Santángelo, que señala que en ese momento la deuda fue de 92 mil millones de dólares. ¿Por qué se dice que era así? Porque acá entra la diferenciación que hay entre cuando se devenga o se genera la deuda y cuando se emite el título.
Pero, ¿qué fue lo que pasó en la época del doctor Alfonsín sobre quien no voy a perder la oportunidad para expresar mi reconocimiento y el gran afecto que siempre le he tenido?
Cuando deja la Presidencia había tremendas deudas, por ejemplo, con los proveedores, en materia previsional y con las provincias petroleras a las cuales no les liquidaban las regalías desde la época del Proceso y que no figuraban dentro de los 67 mil millones. Entonces, todas estas deudas después tuvieron que ser reconocidas por el gobierno siguiente y se emitieron los bocones y todo lo que se sabe sobre la emisión de la deuda en ese período.
Quiero decir que no pensaba traer esto al debate, pero sabía que iban a incurrir en esto de echar todas las culpas a la década del ’90; incluso hasta el que no se rompiera el glaciar Perito Moreno… (Risas.) Menos mal que en los gobiernos de de la Rúa y de Duhalde tampoco se rompió.
Entonces, en cuanto a si en ese período la deuda fue de 67 mil o 92 mil millones de dólares, creo que lo que explican Melconián y Santángelo es correcto. Son 92 mil millones.
Cuando en 1999 Menem deja el gobierno la deuda es de 121 mil millones de dólares. O sea que en diez años creció 29 mil millones.
Cuando deja el gobierno De la Rúa, la deuda es de 144 mil millones de dólares. Es decir que la deuda pública sube en dos años 23 mil millones de dólares.
Cuando se va del gobierno el presidente Duhalde y asume el presidente Kirchner, la deuda externa es de 167 mil millones, con lo cual en dos años subió 23 mil millones de dólares.
Esta es la verdad, estos son los números, señor presidente, que podemos aggiornar con otros datos que no son menores como, por ejemplo, que cuando asume el presidente Menem con esa deuda de 92 mil millones de dólares o de 67 mil millones, las reservas eran casi inexistentes, del orden de los 300 o 400 millones. Y, cuando el presidente Menem deja el gobierno, lo hace con un total de reservas de 35 mil millones. Entonces, hay una pequeña diferencia.
Otra cosa que quiero decir es que la relación entre el monto de la deuda y el producto bruto también tiene su importancia. Por ejemplo, en 1989 o 1990 la relación de la deuda con el producto bruto era del 43,21 por ciento. Mientras que en 1999 es de 43,78; esto indica que en esos diez años la relación es de unas décimas de suba. Y para decir esto, tengo a mi vista y en cuenta un trabajo hecho por dos funcionarios del Banco Central, Din y López Isnardi.
Y como si esto fuera poco, como dicen los vendedores, cuando asume el doctor De la Rúa, del cual mi distinguido colega y amigo el doctor Terragno fue su Jefe de Gabinete, recibió el poder con un riesgo país de 600 puntos.
Eso le permitió hacer negociaciones mucho más convenientes, por cuanto podía tener intereses más bajos.
Y acá tengo que hacer una aclaración con respecto a la época del doctor Alfonsín. Es cierto que aquella época tuvo la desgracia de tener las tasas más altas de la historia; tenía una tasa del dieciocho o diecinueve por ciento anual, con lo cual, por supuesto, subió también el endeudamiento. Esto hay que hablarlo para tratar de justificar por qué también la deuda se abultó.
Pero esto no es el motivo del debate del día de hoy. Podríamos seguir dando muchos argumentos en favor o en contra de la convertibilidad, del “1 a 1”, y de los supuestos males de la década del 90, que parecen las siete plagas de Egipto. Pero tenemos que hablar con seriedad alguna vez y decir las cosas como son y con los números en la mano, como yo lo estoy haciendo.
Y quiero decir que en la década del noventa la deuda aumentó en 29 mil millones pero se dejaron reservas por 35 mil. Es cierto que en la década del noventa se vendieron activos por 25 mil millones de dólares, con lo cual se puede decir que se bajó en parte la deuda porque se vendieron activos por ese monto. Pero aun así, se aumentó en 10 mil millones, con lo cual se llega a que, si se computa la venta de activos, el aumento de la deuda en los diez años sería de 19 mil millones.
Por supuesto, todo esto va a ser opinable. Algunos van a decir que sí, otros que no; que han dado los bonos, que no han dado los bonos… Pero creo que es la forma en que tenemos que encararlo.
Lo cierto es que en los cuatro años —del 99 al 2003— la deuda creció mucho más que del 89 al 99. Eso está reflejado en este estudio que, como digo, lo hacen dos economistas conocidos que creo que a veces son consultados por la Casa de Gobierno.
Yo no iba a hablar de este punto, pero me tocan la oreja y tengo que contestar.
Mis preguntas son muy sencillas porque me ha parecido muy razonable la explicación que ha dado de la negociación. Es esto lo que traía aquí al jefe de Gabinete; no si la deuda es legítima, ilegítima, cómo se ha originado, quién tiene la culpa. No, no; vinimos a preguntar cómo se ha negociado y qué va a pasar en el futuro, sobre todo. Esto es lo que queremos que el ministro nos diga y lo ha explicado en forma razonable, dentro del ámbito de lo que se puede decir en esta sesión.
Señor Jefe de Gabinete: me preocupa un tema que usted tocó de paso pero que quisiera conocer: la situación de las AFJP, que tienen bonos del gobierno, muchos de los cuales no los han tomado muy voluntariamente que digamos. Esto es como el cuento del Martín Fierro que hace referencia a los grilletes para llevar a los voluntarios de la guerra con el Paraguay. Compraron los bonos porque los obligaron. Y esto no es un tema de los que fueron a la “timba”. Porque si se funden las AFJP nos fundimos nosotros, que somos los que estamos en ellas.
Yo estoy en la del Banco Nación. Más problemas tienen los otros, porque hay un problema con los préstamos garantizados o no garantizados, que espero se resuelva bien. Pero no es cuestión de que yo no tenga el problema; el problema es de todos. Y queremos tener un futuro con jubilaciones dignas.
Hay otra pregunta que no sé si la podrá contestar el jefe de Gabinete porque no hace a esta gestión, pero sí a la del ministro Lavagna. En su gestión anterior como ministro se había hecho una negociación con el Fondo —creo que la senadora Escudero lo planteó varias veces—.
Se hablaba de que había un documento reservado, que nunca pudimos conocer y en ese sentido pregunto si ese documento seguía siendo reservado, porque tenía que ver con la negociación con el Fondo Monetario.
Otra cuestión, como dicen que la negociación va a ser dura, es si nos puede decir qué va a pasar si no nos aprueban las metas del 2005, es decir, cómo ve el panorama.
Y por último, una pregunta que tiene, quizá, la presuntuosidad de ser una suerte de consejo.
Este gobierno tiene un gran poder de comunicación. Maneja la información y los medios como todos conocemos. Y el propio Jefe de Gabinete aquí ha dicho que estamos con una gran prosperidad por el crecimiento industrial, entre otras cosas, lo cual es cierto. Si vendemos que estamos muy pero muy bien, va a ser más difícil arreglar. Porque si soy acreedor y veo que quien tiene que pagarme tiene plata, le voy a exigir mucho. No exageremos esto. Porque nosotros todavía estamos lejos de tener el producto bruto que llegamos a tener en la época tan denostada de la convertibilidad. Estamos lejos. Estamos rebotando de un pozo muy profundo, saliendo del infierno, como le gusta decir al presidente. Es cierto, pero no vendamos que estamos tan bien porque va a ser muy difícil arreglar con los acreedores que, si además de haberles dicho a algunos inversores que han sido tontos por traer la plata al país y que la tenían que haber llevado afuera, les decimos que son “timberos”, que estamos ricos y que vamos a pagar poco o con una quita grande, creo que se va a dificultar el arreglo.
Creo que el gobierno quiere negociar con responsabilidad. Ha negociado bien este tramo, pero de aquí en más vamos a tener que manejarnos con mucha prudencia para conseguir los resultados que todos los argentinos queremos y en lo cual estamos, por supuesto, acompañando y apoyando la gestión que hace el gobierno en este sentido.

Intervenciones de otros Senadores

Sr. Presidente. — Tiene la palabra el senador Morales.
Sr. Morales. — En verdad, no iba a hacer referencia a algunas cuestiones, pero me parece que hay por lo menos dos temas para dejar en claro porque se vienen reiterando en algunas sesiones. Cuando llegué al Senado, señor presidente, en realidad había venido con algunos preconceptos.
En verdad, durante toda la década del ’90 muchos hemos construido un perfil opositor bastante duro a lo que pasó en aquellos años y, fundamentalmente, al gobierno de Menem. De hecho, yo venía con un preconcepto hacia el Senado, pero luego de conocer al señor senador Eduardo Menem he comprobado que se trata de una persona realmente sólida. Así que quiero dejar en claro lo que pienso sobre dicho senador no solamente con respecto a sus condiciones personales sino como legislador, antes de referirme a lo aquí planteado con respecto a la década del 90.
Sr. Presidente. — El señor Terragno fue nuevamente aludido y ha solicitado la palabra. Por lo tanto, la Presidencia le concede el uso de la palabra.
Sr. Terragno. — Señor presidente: lamento tener que robar otro minuto a la Cámara, pero creo que cada cual debe hacerse cargo de sus responsabilidades; lo que no creo es que deba hacerse cargo de responsabilidades ajenas.
En 1999, el radicalismo tenía dos precandidatos presidenciales: uno, era el doctor de la Rúa y el otro quien les habla. El doctor de la Rúa —como lo recordaba el señor senador Menem— levantó como programa la continuidad de la convertibilidad y como eslogan: “Conmigo un peso, un dólar”. En cambio, yo propuse salir de la convertibilidad y presenté como programa mi modelo industrial exportador.
La mayoría de la dirigencia radical optó por el doctor de la Rúa y, como corresponde, acepté las reglas de juego. Desde el gobierno del doctor de la Rúa luché desde adentro por cambiar esa política y le planteé al presidente que si no salíamos de la convertibilidad ordenadamente íbamos al default, a la devaluación, al desastre y al fin de su gobierno. Eso se lo comenté a principios de 2001. Él no lo entendió así, y a los ocho meses de haberse iniciado ese gobierno me fui, precisamente porque —como lo había sostenido durante años y como lo reflejo en mis libros y en mis artículos—, he tenido siempre una posición congruente.
Quienes defendieron la convertibilidad, quienes no se animaron a discutirla y quienes apoyaron en ese momento al doctor de la Rúa sabrán por qué lo hicieron. Yo sé por qué estuve siempre y estoy hoy en la misma posición.
Sr. Presidente. — Tiene la palabra el señor senador Menem.
Sr. Menem. — Simplemente, deseo agradecer al colega, senador Morales, su concepto elogioso hacia mi persona; y, en todo lo demás, expresar que felizmente podemos disentir y discutir en el marco de la democracia.
Sé que hay cosas en las que no nos vamos a poner nunca de acuerdo mientras que en otras —felizmente en muchas— vamos a coincidir, por ejemplo, en la libertad para disentir dentro de un marco de tolerancia y respeto, cosa que siempre he procurado observar en el Senado de la Nación.

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