Homenaje al ex Senador Edison Otero

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11 de agosto de 1999
39ª Reunión – 16ª Sesión ordinaria

Sr. Menem. — Señor presidente: realmente constituye para mí no sólo un honor sino también una responsabilidad muy grande recordar la memoria de quien fuera mi antecesor en el cargo de presidente provisional del Senado.
Me siento representado por las palabras que expresaron mis compañeros de bloque. Pero no puedo dejar de manifestar mis reflexiones, habida cuenta de que he tenido el orgullo de compartir este Senado con el doctor Edison Otero durante los doce años que duró su mandato.
Todavía tengo grabada —es como si hubiera tomado una fotografía— la sesión preparatoria —histórica— de 1983, en la que designábamos como presidente provisional del Senado al doctor Edison Otero. Como bien lo recordaba el señor senador Genoud, el justicialismo era mayoría en el Senado y podía reivindicar su derecho de designar al presidente provisional —hubo conversaciones previas—. Recuerdo que intervino el señor senador Sapag en las negociaciones que se efectuaron, y llegamos a la conclusión de que había que elegir a un presidente provisional por el radicalismo; pero dependía de quien fuera el elegido.
Y cuando se dio el nombre del doctor Edison Otero, no hubo ninguna duda y lo votamos por unanimidad.
Lo recuerdo sentado en la primera fila, flanqueado por los senadores Gass y Nápoli —quien era presidente del bloque—; al lado estaba el senador Brasesco y detrás el señor senador Berhongaray.
Recuerdo la emoción de todos cuando lo designábamos al senador Otero.
Y debo decir que lo conocí en ese momento. Y hoy me honro en expresar que en los doce años que compartió conmigo esta banca aprendí mucho de él.
Como bien decía el señor senador Genoud, Edison Otero era un espejo en quien mirarse. Recuerdo la prudencia con que conducía las sesiones. Recuerdo su amplitud, su generosidad.
Era un hombre que no se atenía tanto al Reglamento como al leal saber y entender acerca de cómo dirigir la sesión, dando a todos la oportunidad de expresarse.
También tenía algunos rasgos o toques de humor en la forma de conducir, lo que contribuía a romper el hielo en esas sesiones de mucha tensión en las que estábamos todos enojados. Cuando parecía que podía fracasar la sesión, el senador Otero intervenía con alguna frase o insinuación que servía para distender el ambiente. Recuerdo una oportunidad en que constituimos la Cámara en comisión para tratar un tema importante y por un olvido no ratificamos a las autoridades. Cuando advertimos el error, el senador Otero dijo: «Yo creía que me querían echar de la Presidencia» porque no habíamos ratificado a las autoridades, como era de estilo.
Es cierto que era un hombre que buscaba el consenso y el acuerdo dentro y fuera del recinto. Debo recordar que en 1989, en aquella difícil época de la transición entre el gobierno que se iba y el que asumía, había que pactar algunas cuestiones respecto de las declaraciones que tenían que efectuar quienes se iban a hacer cargo del gobierno, para no perjudicar la situación muy difícil que se vivía en el momento. El doctor Edison Otero nos invitó a su casa —esta reunión no salió publicada en la prensa— junto con funcionarios del gobierno radical. Yo fui con el doctor Bauza en representación del presidente electo y llegamos a algunos acuerdos que se respetaron estrictamente, gracias a la intervención oportuna y a la hospitalidad del doctor Edison Otero y de su señora, que nos recibieron tan cordialmente en su casa.
Recuerdo también que cuando este cuerpo me designó presidente provisional, el doctor Otero me llevó a su despacho y me dijo: «A partir de hoy, usted queda aquí». Yo le expresé: «Doctor, usted puede quedarse todo el tiempo que quiera.» «No, no», me respondió. «A partir de mañana este despacho es suyo. Deme tiempo de cambiar las cosas». En todo momento demostró una generosidad y una amplitud que revelaba su calidad de hombre de bien.
Más allá de sus cualidades políticas, que aquí se han destacado con toda justicia, quiero rescatar su calidad de hombre de bien. Era un hombre noble, que supo honrar las amistades y los acuerdos. Por eso cuando hoy se lanzan improperios o se trata de desacreditar a la política, los ejemplos como el de Edison Otero sirven para rescatar cómo debe ser la política y cómo deben ser los hombres de la política.
Hoy el Senado está rindiendo un homenaje muy justo y merecido a quien, desde que se recuperó la democracia en nuestro país, fue uno de los artífices de su consolidación. Edison Otero fue uno de los hombres de bien en quien nos debemos mirar para que, con el ejemplo de su vida y de su militancia, podamos rendirle el mejor de los homenajes. (Aplausos.)

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