DISTINCIONES NECESARIAS

Lunes, 23 enero, 2017 8:00PM

Ante los criminales atentados perpetrados por bandas terroristas que invocan al Islam para matar, se ha suscitado en muchas personas una suerte de confusión entre los conceptos de “árabe” y “musulmán”, toda vez que se los suele considerar erróneamente como sinónimos
En ese sentido corresponde señalar que si bien es cierto que la religión musulmana nació en un país árabe y es la que predomina en los países árabes en sus distintas ramas: sunnitas, chiitas, alawitas, etc., también se practican otras religiones, tales como el cristianismo y el judaísmo. Es decir que además de musulmanes, hay árabes cristianos y árabes judíos. Más aún en el Líbano, el 39% de la población profesa la religión cristiana, en su versión “maronita”.
Considerando la población mundial, en la que el islamismo es la segunda religión en número de practicantes (después del cristianismo), sólo el 20% se encuentra en los países árabes. A título ilustrativo se pueden mencionar algunos países “no árabes” en los que predomina la religión musulmana, tales como, Indonesia que con una población de 245 millones de habitantes, la cuarta más poblada del mundo, tiene el 86% de musulmanes; la República Islámica de Pakistán, tiene el 94%, en una población de 186 millones de habitantes; la República Islámica de Irán, con más del 90% de sus 80 millones de habitantes y Turquía, donde el 96 % de sus 75 millones de habitantes son musulmanes.
Los países precedentemente nombrados, como otros con mayoría musulmana, hablan sus propios idiomas y tienen etnias y culturas muy distintas a la de los pueblos árabes. Lo que puede confundir a algunos, es que el rezo de las oraciones o versículos del Corán se hacen habitualmente en idioma árabe, pero no han adoptado ese idioma como lengua local.
La invocación de la religión para generar guerras y matanzas no es nueva ya que se ha practicado desde hace siglos. Basta con recordar las guerras realizadas por los islamitas para conquistar territorios e imponer esa religión luego de la muerte de Mahoma en el año 632, como las cruzadas realizadas por los cristianos occidentales para conquistar Jerusalén a partir del año 1095.
El historiador Christopher Catherwood sostiene en su libro “Guerras en nombre de Dios” (Editorial El Ateneo, año 2014, página 17): “durante siglos los cristianos, los musulmanes, los judíos, los hindúes y los miembros practicantes de muchas otras religiones, han cometido todos, los hechos más vergonzosos en nombre de sus respectivas creencias”
En los últimos años han crecido los actos terroristas invocando motivos religiosos o en venganza por actos de violencia atribuidos a algunos países. El ataque a las torres gemelas en Nueva York, los terribles atentados contra la embajada de Israel y la sede de la DAIA en Argentina, las recientes masacres producidas en Francia, Alemania y Turquía, entre otras, son reveladores de que bajo el pretexto religioso se cometen los actos más inhumanos y criminales que se pueda imaginar y que no encuentran respaldo en ninguna religión. Sus instigadores y ejecutores, además de su ciego fanatismo demuestran instintos de perversidad brutal, indignos de la condición humana.
Hoy tenemos que invocar a Dios, cualquiera sea la religión que cada uno practique, para que haga posible el cese de la irracionalidad brutal del terrorismo, de las guerras, de las injusticias y del dolor que sufren millones de nuestros semejantes que son víctimas de los conflictos armados y que crean el caldo de cultivo para nuevos actos de violencia. Recordemos la célebre expresión del Mahatma Gandhi: “NO HAY CAMINOS PARA LA PAZ. LA PAZ ES EL CAMINO”.